La obsesión de focalizarnos sobre aquello que le funciona a los demás, bien sean buenas prácticas, metodologías, la lógica mediante la cual se hace dinero (modelo de negocio), tipos de servicios que deseamos ofrecer, etc. puede estar contaminado por aquellos que han implementado algo de lo anterior y sobrevivido.
A los efectos de explicar como ser precavido en la forma de mirar el éxito ajeno puede derivar en formas de pensar diferentes, elegí amueblar ésta nota con la historia de Abraham Wald que cuenta Jordan Ellenberg en su libro “How Not to Be Wrong: The Power of Mathematical Thinking“.
Abraham Wald nació en lo que hoy día sería Cluj, Rumania, en el año 1902. Matemático de formación, terminó sus estudios en la Universidad de Viena allá por 1930.
Para hacer corta una larga historia de vida, Wald trabajó para un programa clasificado durante la Segunda Guerra mundial, el SRG (Statistical Research Group). En palabras de su director W. Allen Wallis, nunca hubo tanto talento estadístico en un mismo lugar, una oficina a pocas calles de la Universidad de Columbia, Nueva York.
Allí estaban algunos muñecos como los que siguen:
Para ir al grano con nuestra historia, el SRG recibía las preguntas más extravagantes y complejas que uno pueda imaginar, hijas del apuro de la guerra. Una de ellas, es la que emplearemos para amueblar la idea de ésta nota.
La aviación de los Estados Unidos envió al mencionado grupo de estadísticos el siguiente problema: “No queremos que el enemigo derribe más aviones, de modo que podríamos reforzarlos, pero al hacerlo, las máquinas serán más pesadas, menos maniobrables y consumirá mayor combustible. Ni mucho refuerzo ni poco son opciones válidas”.
Para averiguar cual es el punto óptimo, es que se consulta al SRG. Además se proporcionaron datos, a saber, la cantidad de agujeros de bala que traían los aviones luego de sus misiones por Europa.
El propio Wald dió respuesta al intríngulis planteado. “El refuerzo no hay que colocarlo en aquellos lugares donde están los agujeros, sino donde no están”.
Lo mismo, mirado de otra manera es preguntar: Dónde están los agujeros que faltan?. En los aviones que no regresaron. De modo que la analogía es la de observar los datos de las personas que se recuperan en el hospital. Aquellos accidentados que no están, es porque no tienen ninguna chance de recuperación.
Desde el punto de vista matemático, la idea anterior consiste en llevar a cero la probabilidad de que un avión de combate regrese luego de que es ametrallado en sus motores. Ninguna. El enfoque de Wald, persistirá durante las guerras que siguieron (Korea, Vietnam).
Para los matemáticos, el problema anterior es conocido como el “survival bias” (sesgo de supervivencia) que suele aparecer disfrazado en diferentes contextos. Una explicación simple del sesgo es la tendencia que tenemos de focalizarnos en los sobrevivientes y no en los que han perecido dependiendo de la situación. Luego de cada evento que tiene sobrevivientes, los no-sobrevivientes son destruídos o removidos de la ecuación.
En los negocios, éste error lógico se repite con frecuencia. Nos fijamos en modelos que ya hayan tenido éxito mientras estamos alerta de las dificultades que presentan éstos para no cometer los mismos errores. Dejamos detrás a los negocios no-sobrevivientes y ésto no nos permite considerar cuales fueron, por ejemplo, las razones por las cuales no funcionaron.
Wald, como podrá imaginar, contó la misma historia pero con ecuaciones.